Freddie Mac y Fannie Mae dijeron...Buenos días.
-No estamos en Afganistán para quedarnos. - proclamó el Omnipresente Guía Delicuescente, acompañado por Dama Sonrisa Perlada y Dama Kar Mah, ante la turba indígena y los soldados enviados al inhóspito desierto allende las Celestiales Montañas.
Un murmullo de aprobación recorrió la muchedumbre cual tifón atravesando un campo de sorgo; incluso algunos malignos historiadores afirmaron haber oído más de un suspiro de alivio.
- Oye, Tri Ni ¿habrán entendido bien lo que he dicho? Me parece que han deducido que sólo hemos venido aquí, nosotros tres, a pasar el día de picnic para esquivar al irritante Bonzo Blanco.
- ¡Oh, Zumo Pontífice de Todoz loz Rioz Zecoz del Imperio! Tuz palabraz zon claraz como la corriente del Zhu Jiang en Guangdong (de zoltera, Cantón).
Dama Kar Mah, Ministra de Gala y Faena, intentó inútilmente reprimir el carraspeo causado por una mota de polvo desértico que se deslizó hasta su garganta; creía que su silencio podría ser mal interpretado a causa de esta inoportuna molestia faríngea. El Emperador le dirigió una mirada aniquilante que curó instantáneamente el picor en el gañote ministerial. Aliviada, recobró la compostura.
Enlace al comentario en el Blog de Santiago González
-No estamos en Afganistán para quedarnos. - proclamó el Omnipresente Guía Delicuescente, acompañado por Dama Sonrisa Perlada y Dama Kar Mah, ante la turba indígena y los soldados enviados al inhóspito desierto allende las Celestiales Montañas.
Un murmullo de aprobación recorrió la muchedumbre cual tifón atravesando un campo de sorgo; incluso algunos malignos historiadores afirmaron haber oído más de un suspiro de alivio.
- Oye, Tri Ni ¿habrán entendido bien lo que he dicho? Me parece que han deducido que sólo hemos venido aquí, nosotros tres, a pasar el día de picnic para esquivar al irritante Bonzo Blanco.
- ¡Oh, Zumo Pontífice de Todoz loz Rioz Zecoz del Imperio! Tuz palabraz zon claraz como la corriente del Zhu Jiang en Guangdong (de zoltera, Cantón).
Dama Kar Mah, Ministra de Gala y Faena, intentó inútilmente reprimir el carraspeo causado por una mota de polvo desértico que se deslizó hasta su garganta; creía que su silencio podría ser mal interpretado a causa de esta inoportuna molestia faríngea. El Emperador le dirigió una mirada aniquilante que curó instantáneamente el picor en el gañote ministerial. Aliviada, recobró la compostura.
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